Episode Transcript
[00:00:01] Speaker A: Mutación es el eco de historias que revelan cómo Cristo convierte el dolor en propósito y la prueba en testimonio.
[00:00:08] Speaker B: Porque donde hay un encuentro con Dios, se producen grandes transformaciones y la vida cambia para siempre.
[00:00:15] Speaker A: Buenos días a todos. ¿Cómo están?
[00:00:18] Speaker B: Hola, hola.
[00:00:19] Speaker A: Un capítulo más, uno nuevo acá con una visita muy especial. Ale, Samu, buenos días.
[00:00:25] Speaker C: Hola, chicos, ¿Cómo están?
[00:00:27] Speaker D: Buenos días. ¿Cómo estás? Mika, Esther, un gusto estar acá.
[00:00:30] Speaker B: Un placer recibirlos.
[00:00:32] Speaker A: Bienvenidos, bienvenidos.
Tenemos muchas expectativas para conocerlos, seguramente la gente también. Así que Cuéntenos ¿Quiénes son ustedes?
[00:00:43] Speaker D: Yo dice que primero las damas.
[00:00:46] Speaker C: Vos siempre me mandás.
Bueno, somos Samuel y Alejandra.
Hace 39 años que estamos marchando juntos.
Nos casamos hace 39 años y en algún momento decidimos servir al Señor juntos, como matrimonio, pero también como familia.
[00:01:13] Speaker D: Exactamente. Acá estamos, gracias a Dios, de pie. Se imaginan que en 39 años pasó mucha agua bajo el puente, mucha historia, muchas alegrías.
[00:01:22] Speaker B: 39 de servicio.
Porque también hay otra edad para contar.
[00:01:29] Speaker C: Hay restos ya.
[00:01:30] Speaker B: Sí, empecé a contar la edad de conversiones, porque no queremos a la otra edad.
[00:01:37] Speaker D: Acabo de decir una gran verdad, porque nos casamos y aún antes, estando de novio, habíamos decidido servir a Dios.
Lo nuestro ha sido una constante de todos estos años sin parar de servir a Dios.
[00:01:48] Speaker A: ¿A qué edad, Samu, conociste al Señor?
[00:01:52] Speaker D: Yo por gracia divina conocí al Señor teniendo como mi salvador personal.
Porque yo nací en un hogar cristiano, como digo, yo estaba en el vientre de mi mamá, ella venía a la iglesia. Pero a los 11 años de edad el Señor me llamó y tuve la gracia de Dios de entregar mi vida a Cristo en la iglesia de Rincón, donde me crié.
Y la verdad que ha sido la mejor decisión que uno pudo haber tomado en la vida, rendirse a Cristo por la fe y. Y ha sido toda una experiencia de caminar con el Señor todos estos años. Pero 11 años de edad, Dios me dio esa gracia. Sí, chiquito. Qué lindo, qué lindo. Qué bendición, qué bendición.
Y no es que uno no haya estado expuesto a muchas cosas, pero el tener a Cristo ya es otra realidad interna, ¿No? Y es algo que a uno también lo cuida, lo preserva.
De hecho que cuando uno estudia la doctrina de la salvación en la Biblia, uno de los puntos fundamentales de la doctrina de la salvación es la preservación del creyente.
Dios nos preserva seguros en Cristo, y uno ve esa preservación divina en uno a lo largo de los años y hasta la eternidad.
[00:03:04] Speaker A: Y vos, Ale, ¿A qué edad también?
[00:03:06] Speaker C: Cuando tenía 11 años, lo recuerdo muy bien, porque yo también estaba, digamos, nací en un hogar donde me llevaban a la escuelita dominical, no digo un hogar cristiano exactamente, porque mi papá no estaba mucho en casa, pero mi mamá sí, mi mamá era una fiel cristiana. ¿Y qué fue lo que me impactó? Que me di cuenta que era pecadora, como que yo había nacido en un hogar y me parecía que siempre no tenía pecado, porque no hacía cosas malas como el resto de mis compañeros, y cuando sentí, tuve una emoción fuerte, dije bronca, enojo, dije wow, con 11 años yo soy pecadora, necesito a Cristo. Y recuerdo patente que subí a un primer piso en mi casa, me arrodillé, empecé a orar y le señor, límpiame con tu sangre porque estoy sucia. Me di cuenta que estaba sucia por el pecado. Y fue un antes y un después en muchas cosas para mi vida. Con 11 años.
[00:04:16] Speaker A: Qué bárbaro niño.
[00:04:18] Speaker D: Sí, y ahí te das cuenta cómo uno necesita la iluminación del Espíritu para darse cuenta su real estado, su condición delante de Dios, Por más que haya nacido un hogar cristiano, somos pecadores, la Biblia lo dice, todos hemos pecado, y necesitamos ese convencimiento del Espíritu para poder darnos cuenta de nuestra realidad e ir a Cristo por la fe.
[00:04:39] Speaker B: ¿Y cuando ustedes se conocieron, eran jóvenes?
Algo sé, pero por ahí pueden contar un poquito. Y el deseo de darlo todo, de servir, ese quiebre, porque quizá uno se convierte, tiene ese reconocimiento de pecado, necesidad, pero hay otro quiebre, en cuanto uno dice yo quiero darlo todo, Dios me llama. ¿Eso fue antes de conocerse juntos? ¿Ya tenían el deseo desde solteros o vino cuando estaban casados? Porque vos dijiste Ale, recién, y decidimos servir juntos como familia, o sea, esa decisión fue un quiebre también.
¿Pero el deseo de ambos ya venía desde antes o se fue forjando luego?
[00:05:18] Speaker C: Yo creo que nos conocimos, nos pusimos, mejor dicho, nos conocimos en una conferencia de jóvenes en Río Segundo, había una concentración de jóvenes, y ahí nos conocimos, y creo que ese momento fue como cuando él se puso, se quiso poner de novio conmigo.
Yo me acuerdo patente que él me planteó yo quiero seguir al Señor, porque yo venía media floja, venía media floja por situaciones familiares, en casa, que estaba viviendo.
[00:05:54] Speaker A: Cuando te referís floja. ¿Floja en qué sentido?
[00:05:56] Speaker C: Mi papá en ese momento creo que me había.
No quería que estuviera yendo a la iglesia, sino pasar un tiempo familiar, porque él había vuelto a casa y quería que estuviéramos todos juntos. Entonces me bueno, ahora no vas más a la iglesia por un tiempo, hasta que podamos acomodarnos. Para mí entré en crisis, en una crisis en medio de una adolescencia, entrando a la juventud. 16 años.
[00:06:24] Speaker B: Y vos, Amu.
[00:06:25] Speaker C: 16 años.
Tenemos casi la misma edad.
[00:06:28] Speaker B: No tan jóvenes. Más adolescentes.
[00:06:30] Speaker C: Más adolescentes. Pero vos imagínate, mica, que hace 50 años atrás. No es lo mismo que la adolescencia que vos estás viendo. No, no, nada que ver, nada que ver. Vivíamos otra realidad.
Y él me planteó mira, yo quiero servir al Señor y quiero que hagamos las cosas bien. Como que de entrada él me planteó yo quiero seguir al Señor, quiero que lo sepas. Vos estás dispuesta, si estás dispuesta nos ponemos de novio, si no estás dispuesta, yo te quiero mucho, pero no nos ponemos de novio.
Y a mí fue como. Fue como.
Pero eso me encantó a mí. Fue como.
[00:07:15] Speaker A: ¿Te dio seguridad?
[00:07:16] Speaker C: Me dio mucha seguridad y me dijo, o sea, yo sentí ¿Alguien tiene claro a dónde apunta en la vida?
Para mí que había vivido con mucha inestabilidad en muchas cosas, que alguien me plantee eso fue sí lo quiero, me gusta, te sigo.
Así que Marco antes creo que ahí ya él tenía bien claro este deseo de servir al Señor. No sé si lo tenía en su totalidad y no sé si estaba el quiebre en su totalidad, pero sí sabía lo que quería.
[00:07:55] Speaker B: Incluso pienso, conociendo un poco más la historia que vamos a ir desarrollando, que la palabra ¿Estás dispuesto?
Uno no sabe, o sea, no mide finalmente el costo de estar dispuesto.
La piel de gallina de pensar. Porque digo, mira, esa pregunta que clave, ¿No?
[00:08:14] Speaker D: Todo lo que involucra, todo lo que se pone en juego detrás de eso.
[00:08:18] Speaker B: Exacto.
[00:08:20] Speaker D: Vos sabés que en mi caso, nosotros también vivimos una crisis en mi casa, mi hogar paterno, muy fuerte, muy fuerte.
Pero hoy doy gracias a Dios que mi corazón, Dios obró en mí para que mi corazón se inclinara hacia las cosas de Dios, yo me aferrara a las cosas de Dios.
Y creo que eso Dios también lo usó para ir generando una sensibilidad especial hacia Dios, hacia su palabra, que fue la que fue obrando, despertando en mí ese deseo realmente de vivir una vida cristiana plena, entregada al Señor.
En aquellos tiempos chicos, si hay algo que teníamos muy en claro los cristianos, es que ser cristiano involucró un gran precio.
Nuestros dijeron querido hermano, nuestros maestros nos enseñaron con mucha claridad y contundencia que seguir a Cristo no era fácil, que había un gran precio por pagar.
Yo me crié con esa verdad interna.
Cuando dije si estás dispuesta a seguir al Señor, yo creo que era un concepto, más allá de que era un adolescente, pasando casi a la juventud, era un concepto que yo lo tenía muy internalizado, esto de que seguir a Cristo no era fácil, que realmente era tomar la cruz, negarse a uno mismo para seguir al Señor de pleno.
Eso fue un concepto que uno lo había adoptado. Y doy gracias a Dios por los maestros bíblicos que tuvimos y que nos enseñaron, no solamente desde la palabra, desde la prédica, sino con el ejemplo propio de que seguir a Cristo era de esa manera, no de otra forma. Y eso fue una bendición porque a uno le trajo también convicciones que encaminaron la vida.
[00:10:16] Speaker A: Y cuando se conocen, se ponen de novios. ¿Cuántos tiempos de novios tuvieron?
[00:10:22] Speaker D: Un año y medio.
[00:10:24] Speaker A: Se casan. ¿Y cómo fue su vida ahí de casados? ¿Primeros años?
[00:10:31] Speaker C: Yo los primeros años de casado yo los viví tan.
Viste que por ahí dicen una crisis.
No, para mí no fue una crisis.
La verdad que fue hermoso. Yo había vivido muchas cosas muy duras en lo que era el hogar y cuando fui, creo que empecé a vivir como una paz que no había experimentado, más allá de la paz que el Señor nos da en un hogar.
Y disfruté muchísimo mi vida de casa. Yo disfruté. Traía muchas cosas para sanar. Sí, muchas cosas para sanar, muchas cosas para corregir.
Pero disfruté desde el momento que nos casamos el compartir con esa mu. Siempre dije fue.
Fue muy emocionante. Nuestros años de casado fue como así, adrenalina pura.
Y si bien, viste, cuando estás con adrenalina pura, tenés momentos donde wow, parece que te largás a llorar y decir ¿Por qué me subí esta montaña? Y después decís qué bueno que subí, porque lo que está viendo no lo puede ver nadie más que yo.
Y eso así lo viví desde el primer momento en que nos casamos.
Hermoso. Para mí era estoy descubriendo algo nuevo, de verdad que el diseño de Dios funciona. Wow.
Te vuelvo a decir, no es que no éramos perfectos, yo tenía muchas cosas que sanar y el matrimonio también sacó todo lo que tenía que sanar. Pero a su vez iba viendo el poder de Dios, la mano maravillosa restauradora de Dios y comprobar que el diseño de Dios es bueno, que funciona, que realmente es para nuestro bien.
A mí me llevó a decir gracias Señor. Gracias Señor porque me casé cuando tenía 19 años, donde todo el mundo me decía, estás loca, ¿Cómo te vas a casar, todavía tenés un montón de cosas por delante? Yo nunca en todos estos años dije che, qué lástima, mirá hubiera. No, dije gracias Señor, porque fue justo, lo viví justo, disfruté absolutamente todo, aún situaciones difíciles que pasamos, lo disfruté a pleno.
[00:13:04] Speaker A: Perdón. ¿Cuando se pusieron de novios, ya empezaron a servir juntos?
[00:13:11] Speaker C: Nos pusimos de novio, nos casamos y empezamos a servir en la iglesia de Rincón donde estamos.
[00:13:17] Speaker D: Yo siempre digo que nosotros hoy estamos como pastores en el lugar donde Dios nos ha puesto, ahí en Malvinas. Pero en realidad nosotros empezamos a pastorear ni bien nos casamos.
En realidad yo Siempre digo, tenemos 39 años de pastores, porque empezamos pastoreando niños, jóvenes, preadolescentes, matrimonios y hoy la iglesia donde estamos. Pero en realidad el año que viene, si estamos en este mundo, cumpliríamos 40 años de pastorear y lo hemos hecho con tanto gozo, alegría y con esto no significa que no hayamos tenido lucha y momentos difíciles. También hemos ido madurando muchas cosas, porque recién hablábamos del principio de nuestro matrimonio, también tuvimos que ir madurando muchas cosas. Pero cuando uno tiene un enfoque correcto en el Señor, como hablaba anoche en una reunión de matrimonios, cuando la centralidad del hogar la tiene Dios, hay muchas cosas que se allanan, se emparejan, se acomodan, se ordenan. Cuando la centralidad del matrimonio la tiene Dios. Y creo que eso nos hizo mucho bien, a pesar, como decía ella, que teníamos cosas que sanar y que madurar, la centralidad de Dios, de Cristo en la familia, el buscar al Señor permanentemente en oración, con su palabra, orando juntos, sirviendo juntos, fue allanando muchas cosas, sanando cosas y ordenando muchas cosas de nuestra vida para que hoy estemos donde estamos por la gracia de Dios.
[00:14:54] Speaker B: Gloria a Dios.
El pastorado llegó a su vida de manera formal, Si bien como decís Amu, esa como oficio o esa inclinación pastoral estuvo del principio. ¿Pero en qué momento los encontró de su vida laboral, familiar, eclesiástica, ese llamado? Y qué implicó un poco aceptarlo.
[00:15:19] Speaker D: De.
[00:15:19] Speaker B: Nuevo, el cruce de mirada, A ver quién.
[00:15:21] Speaker D: Sí, creo que.
A ver, cuando uno va a la Biblia, vos te das cuenta que tenemos un llamado a la salvación. Y tenemos de parte de Dios, dentro de ese llamado, un llamado especial y específico a servirle a Dios en su obra. Para lo cual Dios nos capacita con talentos y dones para que podamos hacer esa obra.
Yo creo que el desafío de cada creyente es poder identificar ese llamado especial y específico dentro de su obra. Porque tiene que ver con el gran propósito de Dios para nuestras vidas. Y creo que eso fue. Fue un proceso también en nosotros, que Dios fue obrando y madurando en nosotros.
El llamado, digamos, pleno a la obra pastoral. Fue un proceso. Proceso que lo fuimos descubriendo con el llamado interno de Dios a través de su palabra. Viste, la Biblia dice el que anhela obispado, buena obra desea. Y eso empieza en un llamado interno de parte del Espíritu Santo, donde el siervo de Dios que ha aprendido a desarrollar una sensibilidad especial hacia el Señor, comienza a darse cuenta que no es un deseo humano, sino que viene del cielo y se vuelve irresistible para uno.
Hay un fuego especial que Dios enciende en uno por querer hacer su obra en ese aspecto.
Y eso uno lo fue madurando en el tiempo, a medida que fuimos creciendo, fuimos pastoreando como de un niño, preadolescente, adolescente, eso. Dios usó eso para ir. Dios iba confirmando ese proceso y esa tarea.
[00:16:56] Speaker C: Porque inclusive hermanos de otros lados, nosotros íbamos y tomábamos un campamento y nos alentaban y decían ustedes tienen que dedicarse a la obra.
Y era una confirmación de lo que Dios venía mostrando en nuestro corazón a lo largo de. Pero es una vida de servicio que termina con una confirmación de parte de Dios, diciéndote en algún momento llegó la hora, llegó el momento de salir con todos los temores, los miedos, Pero otra vez, creo que a mí como esposa me ayudó mucho la decisión firme de él.
Como cuando nos pusimos de novios, otra vez ahí no bueno, Dios me está llamando a esta tarea, nos está llamando a esta tarea.
[00:17:53] Speaker A: ¿Te puedo preguntar algún miedo específico que como mujer se te vino cuando te diste cuenta que venía este tiempo?
[00:18:03] Speaker C: Hubo como, bueno, primero como que no me quería ir de la iglesia madre, como decía yo, no, no me quiero ir de Rincón, si Dios me llama a algún lado, ay, cómo voy a hacer, porque estaba como que quiero ir, pero no me quiero despegar de todo lo que teníamos acá, amistades, cómo voy a hacer, o sea, no tengo a nadie, voy a ir a un lugar donde no hay nadie. Por un lado, eso después era, si nos dedicábamos tiempo completo a la obra, cómo vamos a vivir esta vida de vivir por fe.
[00:18:40] Speaker A: Era como, pongamos en contexto que ya no estaban solos.
La gente no sabe quizás eso. ¿Cómo estaba compuesta en ese momento su familia?
[00:18:48] Speaker C: Tres hijos.
Tres hijos. Damaris, Elías y Abigail.
Los tres hijos que creo que tenían de edad dieciocho, trece y once años más o menos.
Teníamos las tres edades así diferentes, jóvenes, adolescentes y pre.
Y bueno, eso también, hablar con los chicos, contarles lo que el Señor nos estaba mostrando. Pero yo quiero decir algo, los hijos siempre nos acompañaron, fueron unos compañeros en el servicio desde el primer momento que llegaron a nuestro hogar, cargando con ellos, yendo por un lado, por otro, como a maderas, campamentos, cambiando pañales mientras Samu predicaba.
Siempre fueron unos compañeros en el servicio tremendo. No tuvimos que renegar con ellos en ese sentido. Creo que ellos se involucraban tanto cuando nosotros decíamos tenemos un campamento, vamos, y era preparar las mochilas y eran parte, eran parte de. De este llamado. Y eso para nosotros nos facilitó un montón, un montón. Nosotros al contrario, por ahí teníamos que frenarlo, porque eran.
Elías, por ejemplo, llegaron a hacerle baterías de latas con cacerolas en campamento de jóvenes, para que toque con el grupo de jóvenes, y lo involucraban a Lely, porque él se sentía parte de eso, las chicas igual.
Entonces creo que fue una bendición muy grande que nuestros hijos nos acompañaran. Tal vez de alguna manera transmitimos, supimos transmitir que servir a Dios no era una carga.
[00:20:54] Speaker D: Exactamente.
[00:20:54] Speaker C: Que servir a Dios era, wow, un pleno gozo, un placer.
Y que ir en familia y estar sirviendo a otros, lo disfrutábamos todos juntos.
Entonces creo que eso, mamaron eso hasta hoy vos ves ya hombres, mujeres, sirviendo al Señor con el mismo gozo que cuando tenían once, diez años.
[00:21:32] Speaker D: Y cuando nosotros decidimos, yo tuve un oficio que lo practique 23 años como especialista en inyección diésel, fue dejar todo, dejé todo. Habíamos logrado poner el taller propio, pero bueno, dejamos obra social, sueldo, todo lo que podría ser seguridad económica, lo dejamos todo asistiendo al llamado de Dios por la fe, Por la fe. Pero fue, creo, esa decisión resultado de un proceso, como digo, no fue de un día para el otro, fue un proceso de Dios obrando en nosotros y usando muchos. Porque cuando uno asiste a este llamado, hay un llamado interno, pero hay una confirmación externa.
La confirmación externa son los hermanos de la iglesia, son los frutos que uno ve a través del ejercicio de ese servicio a Dios.
Y nosotros fuimos viendo esa confirmación externa de parte de Dios, en los frutos que Dios nos regaló, en los hermanos que nos apoyaron, oraron por nosotros, nos alentaron a salir a esto. Y la palabra de Dios que nos fue hablando vez tras vez para confirmarnos que Dios nos estaba llamando esto. Pero fue un desafío, bueno, dejamos todo y nos largamos a esto.
Nunca, nunca, hay algo que yo siempre aconsejo, por lo menos ha sido nuestra experiencia, nunca pusimos lo económico por delante.
Nosotros estábamos convencidos, particularmente yo, que si Dios nos llamaba, Dios nos iba a sostener la cuestión a que era obedecer a Dios en su llamado, lo demás iba a ser cargo Él. Y fue tal cual, tal cual, fue decidir salir y empezar a ver un milagro tras otro en estos 20 años que estamos, un milagro tras otro de provisión. Nunca Dios nos dejó faltar. Y Dios, como digo, nos ha dado dignidad para vivir dignidad.
Y hemos esperado en Él y confiado en Él nada más para nuestra provisión.
[00:23:35] Speaker A: ¿Y qué desafíos se enfrentan en esos primeros años, ustedes como pastores?
[00:23:41] Speaker C: Y empezar una obra es romper, viste las rocas, Cuando vos tenés que abrir un camino, romper rocas, agarra y martillar para abrir primero nosotros dos siempre dijimos, es fundamental tener un matrimonio sólido, estable y bien parado, firme.
Porque vos te enfrentas a tantas situaciones diarias y continuas en el comienzo de una obra, que si nosotros no hubiésemos estado bien, son muchos golpes que vos recibís. Y como matrimonio tenés que estar bien plantado en las verdades de la palabra y también en una relación, porque los primeros compañeros somos nosotros, éramos nosotros dos y nuestros hijos.
Y necesitamos tener las cosas bien en claro porque vienen continuamente cuestiones, por ejemplo el hecho de que se usaba nuestra casa para.
La gente iba a nuestra casa, entonces todo el día gente en casa. Había que ordenar, administrar, cómo poníamos límites y si venían hasta la madrugada nos buscaban, porque sabía que era cuando la casa de un misionero o de un pastor está, está abierto para todo. Teníamos cosas de la iglesia, guardábamos cosas de la iglesia, o sea, era nuestra casa, la oficina pastoral.
Y al principio, claro, porque no teníamos prácticamente el templo, era muy sencillo, muy humilde, así que todos iban a casa.
Era organizarnos y ordenarnos para que no interrumpiera nuestra vida familiar.
Entonces si alguien caía al mediodía, bueno, lo atendés vos, yo hago la comida, cierro la puerta por este lado, los chicos que entren y salgan. Era toda una organización que por ejemplo, para mí como ama de casa, el equilibrio de no descuidar de toda la demanda que teníamos afuera, porque era mucha necesidad y mucha demanda no descuidar lo que yo tenía en casa, el tiempo. Por eso de ahí surge que los jueves es mi día de limpieza. Y toda la iglesia sabe que los jueves es mi día de limpieza, porque tuve que como decir, miren, o sea, si es una urgencia pueden venir, pero los jueves yo tengo que limpiar mi casa, alguien tiene que limpiar y ordenar. Poner límites.
[00:26:25] Speaker A: Es cierto que la iglesia sabe, toda.
[00:26:27] Speaker C: La iglesia sabe que yo los jueves limpio, pero surgió de esto, cómo pongo esos límites, establezco para no dejar de servir a Dios, pero tampoco descuidar mi hogar.
[00:26:39] Speaker B: Que lo fuiste aprendiendo los límites con el correr de los años, ¿No?
[00:26:43] Speaker C: Sí, sí, fue como.
[00:26:45] Speaker B: Quizás tiene ese deseo de servir, de dar, de agradar, de crecer en la obra y no sabes hasta qué punto, bueno, se puede ofender el hermano, no sé, uno va madurando, eso debe ser re difícil.
[00:26:58] Speaker C: A mí no me costaba decir, miren, ahora no puedo.
No, Samu, capaz que lo que pasa.
[00:27:08] Speaker D: Es que la gente te ve dispuesto y te busca.
[00:27:10] Speaker C: Claro.
[00:27:11] Speaker D: Recuerdo un hermano una vez me decía, mira, la gente es como una esponja, te va a absorber, te va a absorber. Pero es uno el que tiene que aprender a poner los límites, ¿No? Y uno también fue aprendiendo a poner esos límites y a establecer prioridades claras.
[00:27:27] Speaker C: Creo que eso es continuo, chicos, hasta el día de hoy.
No es que algunos te dicen bueno, pero usted no tiene Nico.
Sí, es cierto, es cierto que ya tenemos otro ritmo de vida y podemos comer lo que queremos y que tenemos comida, comemos y si no, como hablábamos hace un rato.
Pero el mantener las prioridades en orden es continua.
Cuando la demanda es tan grande tenés que estar reviendo eso. Claro, aún en la intimidad con Dios, yo no puedo descuidar mi comunión con Dios continuamente, porque Él es la fuente.
Él es mi fuente. Si yo dejo de ir un día, no es lo mismo.
Y es fácil caer en que te llama uno necesito hablar con vos, me estoy pasando mal por esto y dar, dar, dar y descuidar.
Entonces esto de las prioridades es reverlo continuamente.
[00:28:32] Speaker D: Sí, es el riesgo de caer en un activismo donde uno termina priorizando la obra del Señor y no al Señor de la obra, como se dice. Entonces hay que tener cuidado. Pero sí algo que quiero rescatar es que cuando nosotros llegamos ahí donde Dios nos llevó y retomamos esta obra que la Iglesia Rincón había comenzado, pero bueno, había cosas que levantar, que ordenar, que rehacer, renovar.
Cuando nosotros Dios nos lleva a ese lugar y nos establece ahí, se abrió un campo de batalla espiritual tremendo, tremendo. Nunca habíamos visto ni Vivido en nuestros 40 años de iglesia las situaciones que nosotros hemos vivido.
[00:29:16] Speaker A: Ahí te encontraste cosas nuevas.
[00:29:21] Speaker D: O sea, son algunos chispazos de esas cosas. Dios nos había permitido vivir sirviendo con los jóvenes acá en la Iglesia Rincón o los campamentos, pero nunca tan cara a cara como lo vimos ahí. Ahí realmente nos dimos cuenta, o sea, Dios también fue dosificando nuestro conocimiento de la realidad que enfrentamos. Porque creo que si lo hubiéramos visto de primera mano, capaz que no íbamos corriendo, salíamos corriendo.
Dios nos fue dosificando el conocimiento del lugar donde estábamos y realmente era una oficina de Satanás. Era una oficina de Satanás.
Lo de Efesios capítulo 6, versículo 10, que no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra hueste de maldad. Nosotros lo hemos vivido en carne propia, de tantas formas y de maneras tan fuertes, tan elocuentes, que no tenemos dudas de lo que se mueve en ese mundo espiritual. Porque ni bien nosotros nos asentamos ahí, empezamos a predicar la palabra de Dios, llegar a la gente con el evangelio, también se desató una batalla campal contra Satanás, contra sus demonios. Y hemos tenido experiencias que algunas no las contamos porque no toda la gente está preparada para escuchar esas cosas, pero han sido experiencias que nos han marcado, nos han marcado de tan fuerte que han sido, pero que nos llevó a tomar conciencia de que realmente el ministerio es de punta a punta una batalla espiritual.
[00:30:50] Speaker A: Todo esto.
Sus hijos estaban al tanto de toda esta batalla espiritual.
[00:30:56] Speaker C: De hecho algunos en algún momento sufrieron algún impacto. Me acuerdo a Elías en los primeros años, nosotros teníamos un vecino que era extranjero, calculábamos, con un hijo de la misma edad de Lely, donde vivía muy precariamente.
Y este muchacho herido por situaciones que habrá pasado, empezó a cargarle una bronca a Elías, como que él veía que nosotros teníamos una familia y él no tenía y esto le generaba un odio, una bronca.
Me acuerdo que el muchacho este decía a veces verlo jugar a Elías con el perro en el patio de casa. Mirá, algo tan simple, tan sencillo, a él le generaba odio verlo.
Y en un momento, una tarde que Elías se iba a un concierto cristiano, este muchacho lo encuentra en la parada del colectivo y lo ataca.
Le empezó a pegar a Elías, le lastimó la cara, le arrancó un collar que Elías tenía, le rompió la ropa y en un momento me acuerdo que Lely nos dijo mira, no le quise pegar, pero le tuve que dar una piña para que se quede quieto.
Pero yo no sé qué intenciones tenía este. Yo digo, el señor lo guardó en ese momento y él sufrió. Ahora, Elías después de que pasó esta situación, se tomó el colectivo así como estaba, lastimado, la cara, rota la ropa.
[00:32:45] Speaker E: Y se fue al concierto.
[00:32:47] Speaker C: Y nosotros que estábamos asustadísimos. Yo salí corriendo del estado en una reunión femenina con Abby y me acuerdo tan patente porque Abby corría y decía nadie le va a pegar a mi hermanito, nadie le va a pegar.
Pero lloraba desesperada porque sabíamos que en cualquier momento podía pasar algo terrible, porque este chico estaba ensañado y estaba dispuesto cualquier cosa.
Salimos y él nos paró en la puerta de casa. Samuel dijo tranquilas, nos dijo a Abby y a mí que veníamos llorando desesperada para atacar a no sé quién, tranquilas, el está bien, se quiso ir, está de 10. Pero vimos que dijimos nuestros hijos y.
[00:33:39] Speaker A: Ahí vos dale como mamá, como mamá.
[00:33:43] Speaker C: Cuando salí de la reunión femenina iba con un arco y una flecha, iba a agarrar, viste la leona que sale a defender, los leoncitos así, y cuando lo vi a él nos fue como un paren, o sea, lo tengo muy clara la imagen de Samuel diciéndonos tranquila las dos, no van a ir a agarrar a nadie, ustedes, Dios está al control de todas las cosas, el papá nos vino a pedir perdón, nosotros aceptamos el perdón, aceptamos esto y tranquilas, el Eli está bien, no le pasó más nada, fue como calmarnos y señor, vos ahí estando, vos sos el que nos cuidas y nos va a pasar lo que vos quieras que nos pase, o sea estamos expuestos acá en medio, ahí nos dimos cuenta, estamos expuestos pero vos nos guardas.
Samuel había sido perseguido, había sido golpeado, yo también sufrí una crisis grande en el momento que uno de los muchachos que venía atacando a él lo logra alcanzar y golpearlo porque lo quería matar, literalmente él decía lo voy a matar, yo lo encuentro, fue a mi casa con una pala para agarrarlo a palazos a Samuel y yo llegué a salir para defender y le vi el odio por nosotros, por él.
[00:35:15] Speaker D: Si, era algo totalmente espiritual, pero veníamos.
[00:35:20] Speaker C: Con estas cuestiones que te vuelvo a decir, si no hubiéramos tenido esto de sentarnos en la mesa, replantearnos, Dios nos llamó, Dios nos llamó, Dios nos trajo y Él nos saca cuando él quiera, Él nos va a sacar si es necesario.
[00:35:39] Speaker A: Vuelvo a esa escena de ustedes, como que me la imaginé de novios, cuando vos le decís yo quiero seguir, el Señor pienso que en estos momentos donde de repente quieren atacar a tu hijo, a tu esposo o mutuo también a tus hijas, digo ahí es como que te volvés a decir che pero yo un día dije voy a seguir. Es como que ahí te planteas el costo, había un costo en serio, Pero esto fue mínimo.
[00:36:06] Speaker D: Claro, de otras cosas que hemos pasado, fueron cuestiones mínimas, hubo cosas mucho más fuertes todavía que Dios en su soberanía nos permitió vivir y pasarlas, pero que realmente han llevado nuestra fe a situaciones extremas.
A situaciones extremas.
Vos vas a la Biblia y te das cuenta que Dios ha permitido situaciones en la vida de los siervos de Dios donde los ejercitó en una fe extrema.
[00:36:40] Speaker B: Bueno, el versículo el canel obispado buena obra desea. Pero hay una persona que creo que lo conocemos en común que decía, pero no sabe lo que la espera. Completa la frase.
Y en ese sentido uno va siendo consciente del costo y va llevándolo a situaciones extremas, como decías. Y quizás de afuera uno ve hoy una iglesia sólida, latente, creciente, con muchos proyectos por delante y la ve exitosa a los ojos, quizás humanos y espiritualmente también.
Y es fácil decir me gustaría strike. Pero uno no sabe el costo y la historia que hay.
[00:37:22] Speaker A: Vos siempre decís una frase de la.
[00:37:24] Speaker D: Gloria, muchos ven la gloria, pero no conocen la historia.
[00:37:27] Speaker B: Y esa historia está llena de costos y de sacrificios, de muchos sacrificios, muchas.
[00:37:33] Speaker D: Lágrimas, muchas batallas libradas en el Señor, que son parte del costo del servicio.
Uno lo ve al apóstol Pablo también, que le escribe las cartas, pero uno va las cartas a los corintios, Pablo cuenta todo lo que pasó.
Uno admira su ministerio, su fidelidad, pero cuántas cosas vividas sirviendo al Señor. Y nosotros hemos sido conscientes de esas cosas. Y Dios ha permitido que nosotros también las pasemos como parte del proceso de Dios con nosotros.
Quizás en otros hermanos, en otros lugares, sea otros costos, pero nunca la obra de Dios se ha hecho sin sacrificios, sin sufrimiento, sin lágrimas. Nunca, nunca. Por cierto, lágrimas que tocarán su fin.
Esto no son para siempre. No son para siempre.
[00:38:25] Speaker B: Y estos costos, hay algunos que te hacen dudar o bajar los brazos, que quizás hay momentos de crisis, de charlas internas en familia, de volver a la fuente, como decís, y recordar la Palabra.
Algunas situaciones donde puedan contarnos que vivieron muy fuerte el costo, el sacrificio, quizás los primeros años, y sé que con el correr del tiempo también hubo más, pero algunos puntuales del inicio que se acuerden. Y si después vamos a uno más fuerte, pero qué pueden comentarnos.
[00:38:58] Speaker D: Sí, ha habido situaciones, como digo, profundas, extremas, de luchas y de gran desgaste.
Emocional, emocional. Recuerdo una vez cuando una estrategia de Satanás se levantó en la iglesia, que fue aproximadamente un año. Un año que realmente fue tan agotador, pero tan agotador fue que uno muchas veces humanamente yo hasta acá llegué, yo hasta acá llegué. Y tener que ir a la presencia del Señor y orar, orar y señor, dame fuerza, dame gracia para seguir.
Porque realmente era un levantarse de Satanás con tanta astucia y tanta saña contra nosotros, contra la iglesia, que te das cuenta que no hay poder humano que lo pueda vencer a eso. No en vano dice el Señor, no es con ejército ni con espada, sino con mi espíritu.
Y aferrarse al Señor a las palabras, sus promesas y arrodillarse, a orar, aclamar, aclamar, hasta ver que Dios empieza a poner las cosas en su lugar.
Pero es un proceso que Dios también los permite para ir formando el carácter del siervo de Dios. Yo siempre digo, para guiar una iglesia, chicos, hace falta tener un carácter muy firme, espiritualmente muy firme, muy decidido, con cosas bien determinadas. Porque son tantas situaciones tan multicolores que se te presentan permanentemente, que si uno no tiene un carácter firme en el Señor, desarrollado en Él, te lleva, te lleva por delante y seguramente hay muchas cosas que se van a desvirtuar, se van a enfermar en la vida de la iglesia, se van a desenfocar. Entonces uno necesita desarrollar un carácter. Y creo que Dios ha usado todos esos procesos en nosotros desde la juventud para ir formando este carácter, para estar al frente de su obra hoy. Y uno sigue aprendiendo y sigue corrigiendo cosas y sigue creciendo.
Pero claro que ha habido momentos como Jeremías dijo, Jeremías llegó a decir momento yo no hablaré más en tu nombre.
Fue tal la opresión, la persecución, el desprecio sobre el profeta que Jeremías no hablaré más en tu nombre. Pero después pero había un fuego en mis huesos, no podía contener.
Bueno, es lo que nosotros hemos vivido.
Si yo tuviera que resumir todo esto, año lo resumiría en ese texto de la Biblia.
Hay un fuego que nosotros no lo podemos detener. Y ustedes saben lo que nosotros hemos pasado con nuestro hijo Elías.
Pero hay un fuego que no se puede parar interno, es del espíritu, no es nuestro, no es humano, que te levanta, que te sostiene, que te proyecta, que te enfoca, te renueva.
Hace que uno quiera ir por más y no quedarse tirado en una cama llorando. No sé si me logro explicar.
Todo lo contrario. Hace que uno tenga aspiraciones de mayores cosas todavía.
Pero tiene que ver con una obra sobrenatural de Dios. No tiene explicación humana esto. No tiene explicación humana. Pero bueno, es lo que hemos vivido todos estos años. El Señor nos ha vuelto por su Espíritu a levantar, entusiasmar, a proyectar y queremos irnos de esta vida así.
[00:42:30] Speaker B: Dios prueba la lealtad y sufrimiento hasta que está dispuesto a dar.
[00:42:36] Speaker D: Sí señor.
[00:42:37] Speaker B: Y ahí puede leer un poco más.
[00:42:39] Speaker D: Sí señor.
[00:42:40] Speaker B: Y eso creo que lo han experimentado con el correr de estos años. Dios prueba el carácter y la lealtad que uno tiene.
[00:42:47] Speaker D: Fíjate que cuando lleguemos a la presencia del Señor, esa voz celestial que se va a oír va a ser bien buen siervo y fiel.
Tiene que ver con fiel tiene que ver con esa lealtad a prueba de todo.
De todo.
[00:43:01] Speaker C: Ese siervo que está dispuesto a decir heme aquí.
Porque uno, uno dice M aquí, parece tan fácil, pero el decir heme aquí involucra todos tus derechos rendidos a Dios.
No tienes derecho a nada.
Creo que nosotros no llegamos a dimensionar esa frase.
Y cuando rendimos, rendimos todo.
Y cuando Dios decide hacer algo, está bien, porque él tiene todos los derechos a hacer todo lo que Él quiera hacer sobre nuestra vida. Porque así dijimos él m aquí.
[00:43:52] Speaker D: Recuerdo una vez hablando con Elías, le digo hijo, una vez hijo, yo quiero decirte algo, sea lo que Dios permita sobre mi vida en cualquier instante quiero decirte hijo, que para mí está bien.
Está bien.
Pero nunca pensé que Dios lo iba a permitir sobre su vida.
Pero uno ha aprendido en el Señor y por la fe, conociendo a Dios, a decir como el viejo himno, está bien con mi alma, está bien, más allá que yo no lo entienda. Y aun cuando el dolor sea muy profundo, está bien porque es el plan de Dios, es su voluntad, es su propósito.
Cuando nosotros vivimos esto con nuestro hijo, yo le dije a Ale, aún Dios nos escogió para esto.
[00:44:53] Speaker A: Perdón, quiero poner un poco en contexto porque hay gente que quizás no conoce la historia, pero bueno, Samu y Ale, así como dijeron al principio que tienen tres hijos, hace menos de dos años, 20 de julio, Elías en un accidente fallece. Y bueno, por eso estamos ahora hablando de este dolor tan fuerte. Adentrándonos un poco a esto de.
[00:45:20] Speaker C: De las pruebas del costo.
[00:45:21] Speaker A: Del costo, porque estamos hablando del costo, vos decís, bueno, lo económico ahora ya estamos a otro nivel de costo total, ya pasamos un umbral muy alto que ahora te escucho de otra forma porque ya cambia.
[00:45:45] Speaker D: Me acuerdo cuando Elías partió, yo le dije a una querida, siento que Dios me hizo cruzar un umbral del dolor altísimo en que uno en muchas cosas no vuelve a ser el mismo.
La escuela del dolor es una escuela única.
Pero indudablemente que Dios en su soberanía, también la usa para ir formando ese carácter, ir formando a Cristo en nosotros.
Pero en este servicio a Dios, en este caminar para servir a Dios, tuvo este enorme costo de despedir a Elías. Y yo voy a decir algo que quiero dejarlo muy en claro. Nosotros no hemos perdido un hijo, No nos hemos perdido porque sabemos dónde está, lo hemos despedido por un tiempo nada más, ya pronto nos volveremos a reencontrar aquellos que servimos a Dios y hemos confiado todo en Él, nosotros.
Nada se da por perdido en el Señor, nada.
Simplemente Él ha cambiado de domicilio por un tiempo, está en la gloria del cielo esperándonos y conociéndolo debe estar más que ansioso, digo, esperando volver a reencontrarnos.
Pero no hemos perdido un hijo, sabemos dónde está. Sabemos que el Señor redimió, salvó su alma, simplemente quiso llamarlo en su propósito, a su gloria.
Pero bien decía alguien, nadie puede dar por perdido algo si sabe dónde está.
Entonces caminamos humanamente. Es un dolor indescriptible.
Bien dice la gente que esto no tiene nombre, viste cuando un padre pierde un hijo, no tiene nombre y es real, es un dolor tan único, tan agudo, que no hay palabras. Ni siquiera el que lo pasa puede ponerle palabras, ni siquiera el que lo pasa lo puede explicar, es un dolor del alma.
Ese dolor del alma es algo tan profundo, tan indescriptible, porque yo muchas veces le dije al Señ señor, me duele el alma, me duele el alma, pero a la vez, como dije muchas veces, Dios no me es un desconocido para que yo dude de Él, de su obrar, de sus propósitos. Le hemos servido todos estos años y le hemos ido conociendo.
Dios no es un desconocido para que nosotros reneguemos de Él por esto, porque uno ve a través de su palabra que Dios tiene santísimos propósitos y Dios no se equivoca en lo que hace, más allá de que yo lo entienda o no.
Pero hay algo que me ha hecho tanto bien. Mirando un vídeo pasada con Ale, La locura de Dios.
[00:48:54] Speaker A: Un documental.
[00:48:55] Speaker D: Un documental hermoso, hermoso, porque cuenta precisamente la experiencia de un matrimonio que sirviendo a Dios, también tienen que despedir un hijo.
Y se hace la gran pregunta de que si vale la pena Jesús. ¿Vale la pena Jesús? Y ellos entrevistan a otros siervos en otros lugares que han pasado momentos muy difíciles con esta pregunta y el documental termina con una conclusión tremenda y es que la resurrección de Cristo hace que valga la pena.
Y yo digo lo mismo, yo digo lo mismo haber despedido nuestro hijo y es un dolor único, pero la resurrección de Cristo hace que valga la pena, porque la resurrección de Cristo nos da esperanza, nos da seguridad, nos da certeza de que esto no terminó para nosotros, de que esto continúa y va a continuar en una eternidad que será millones de veces mejor que lo que hemos vivido en esta tierra en un estado tan hermoso que nosotros lo llegamos a imaginar.
Pero si hay algo que le da sentido a las pruebas, las dificultades que podamos pasar la vida o a las momentáneas pérdidas que podamos tener, es la resurrección de Cristo.
Que nuestro Salvador viva pueda decir que eso los sostiene, los ha sostenido.
[00:50:20] Speaker B: ¿El dolor acaba o es un dolor que acompaña todo el peregrinar en esta tierra?
[00:50:26] Speaker D: Yo creo que el dolor es un proceso en uno, pero esta clase de dolor creo yo que a uno lo acompaña hasta que se vaya de este mundo. Yo creo que la sanidad completa de este dolor nuestro, el dolor de extrañar lo que tanto a nuestro hijo va a ser completamente sano cuando estemos en la Presencia del Señor, no acá, no en este mundo, pero uno aprende en el Señor a caminar con este dolor, pero también le va dando significado en Cristo al dolor.
Dios hace que en su gracia que uno le dé significado a este dolor.
¿Y sabés en qué lo ves? En que empezás a caminar y te encontrás con otros padres como nosotros que te llaman y uno puede compartir su experiencia y también como los consuelos de Dios nos van levantando y como dice el apóstol Pablo, nosotros podemos consolar a otros con la consolación con que hemos sido consolados y vamos a otros lugares a ministrar la Palabra, encontramos con gente que te escucha hablar y te das cuenta que Dios te usa con una gracia especial también por haber pasado por.
[00:51:38] Speaker A: Esto y una autoridad, y una autoridad.
[00:51:40] Speaker D: Especial para hablar y consolar y animar a otros. Y te das cuenta que el dolor va tomando otra significancia, pero lo hace Él, lo hace Cristo en nosotros, lo hace su presencia y el poder de su resurrección.
[00:51:56] Speaker B: Y esto generó este proceso de dolor.
Esta experiencia que vivieron generó en ustedes una convicción más firme que antes, o sea decir lo doy ahora todo más, o sea tengo la mirada en la eterno y lo doy más.
[00:52:16] Speaker C: Mi experiencia, la partida de Lely, los primeros meses yo sentí algo muy raro. Primero que por tres meses yo sentía alabanzas en mi cabeza, continuamente alabanzas. ¿Me despertaba de noche, decía estoy escuchando, o sea es mi cabeza o estoy escuchando realmente alabanzas?
Y me acuerdo una de las canciones, un eco sin final, esa canción era continuamente en mi cabeza.
Pero sentí un fuego, viste cuando Samuel hablaba de fuego hace un rato, yo sentía un fuego y lo siento. Pero fue tan impresionante los primeros seis meses que necesito hablar de Cristo, necesito decir, la gente que venía y me saludaba, yo decía tenés que volver a Cristo. Si sabía que estaba apartado, si no conocía a Cristo, era un fuego, una pasión. Yo sentí que a mí se encendió algo, pero pude experimentar el celo de Dios, el celo vivo por sus cosas.
Y creo que tiene que ver con esto, decir que me quisieron tirar, pero esto me levantó y me encendió mucho más.
Y no te digo que el dolor estaba, la tristeza estaba, pero este celo por Dios era tan, tan fuerte que no podía contenerlo en mi vida.
Y tanto así que empecé a buscar versículos y ahí lo encontré a Elías hablando de este celo vivo, este celo vivo por las cosas de Dios. Creo que fue esto, decir Señor, acá estoy.
Yo un día decidí rendirme completamente y sigo rindiéndome completamente.
No es fácil, ¿No? Siempre digo, para poder seguir adorando a Dios en medio de semejante dolor, yo tuve que sacar el dolor como centro de mi vida.
Yo tuve que sacar el dolor y decirle a mi alma, así como el salmista se hablaba a su alma, alma, este dolor que es tan pero tan grande, no es el centro, Dios sigue siendo el centro y continuamente ponerlo al Señor como centro, porque es muy fácil que un dolor como este termine girando toda tu vida alrededor de esto. Quedar preso del dolor, Quedar preso es muy fácil.
Es lo que te sale. Es lo cómodo.
[00:55:23] Speaker A: Y lo natural.
[00:55:24] Speaker C: Y lo natural.
Pero decir esto no, aún para alabar a Dios. Desde el primer día que Lely se fue, al otro día que lo enterramos, esta decisión de decir vamos a ir a la iglesia porque nos preguntamos juntos.
[00:55:42] Speaker E: Estábamos todos el primer domingo qué pasó.
[00:55:45] Speaker C: Primer domingo, lo enterramos un sábado.
[00:55:47] Speaker B: El accidente fue jueves. Y el sábado enterraron.
[00:55:50] Speaker C: Y el domingo. Y el domingo dijimos vamos a ir. Vamos a ir a la iglesia.
[00:55:55] Speaker E: Sí, porque el mejor lugar donde puedo estar es el mejor lugar.
No quiero estar en otro lugar sino en la casa de Dios, rodeado con mis hermanos.
¿Qué mejor lugar de contención puedo tener yo?
Y quiero ir a adorar a Dios.
He adorado a Dios de muchas formas, pero esta es la única vez. Después en el cielo no hay dolor.
Esta experiencia de adorar a Dios en el dolor es acá en la tierra.
Y no la voy a tener nunca más.
Y no me la voy a perder.
Ir a alabar a Dios ese domingo para mí fue tremendo, pues yo gritaba en la presencia de Dios, no cantaba, gritaba.
Tanto es así que en un momento unas sobrinas me escucharon y se arrimaron y me abrazaron porque pensaban que me iba a caer.
Pero la necesidad de decir sigo declarando estas verdades y las sigo creyendo. A pesar de lo que veo alrededor y a pesar de lo que mi misma alma me puede decir y puede, yo decido seguir alabando a Dios porque es lo mejor, porque no hay otra cosa. Y es el centro. Él sigue siendo el centro. El único digno de adorar, el único digno de rendir mi vida sigue siendo Él.
[00:57:30] Speaker B: Es muy particular cuando la primera vez que se menciona adoración en la Biblia tiene que ver con el sacrificio de Abraham.
[00:57:38] Speaker A: Y de un hijo.
[00:57:39] Speaker B: Y de un hijo.
Es como. Hay una conexión ahí que cuesta conectar y parecen antagónicas. Pero cuando él va a querer sacrificar su hijo, dice vamos a adorarlo.
[00:57:53] Speaker D: Y hoy el muchacho iremos y adoraremos, dijo.
Y el costo que iba a tener para él eso. Si bien es cierto, Dios no lo permitió en ese momento. Pero uno lee Santiago y te das cuenta que en su corazón Abraham sí lo ofreció a Isaac, sí lo hizo en su corazón.
No de manera física, pero sí lo entregó en su corazón.
Esta Escuela del Dolor, como dije recién, es una escuela única.
Pero como dice Ale, aprender a adorar a Dios en el dolor, como lo hizo Job, que postrado en tierra adoró a Dios, es algo tan grande, tan profundo, tan único.
Y es como que uno entra en otra dimensión también en la relación con Dios, en la valoración de las cosas. Uno ya no mira las cosas como las miraba antes. Muchas situaciones y circunstancias ya no las mira. Como miraba antes, también uno adquiere otra valoración de las cosas, aún de la misma iglesia, que una familia. La iglesia es una familia tremenda, tremenda, que Dios ha usado también para ayudar a sanar nuestro corazón, contenernos. Hay imágenes que uno guarda en el corazón de los vividos en esos días, que se la va a llevar de por vida.
Y agradecido a Dios por brindarnos la gran familia que es la iglesia, la gran familia que es también. Estamos de pie por eso, por lo que la iglesia ha sido para nosotros también.
Pero bueno, ahí vamos, gracias a Dios, caminando, aprendiendo a caminar con esto.
Como dije recién también creo que la sanidad completa de esto va a ser en el cielo, no acá.
Pero como dijo un querido hermano, son dolores con fecha de vencimiento.
Son dolores con fecha de vencimiento.
[00:59:48] Speaker B: Y fue un dolor que también la iglesia lo resintió, ¿No? Porque quienes lo conocimos era una persona muy activa, muy de transformar el ambiente, la atmósfera del lugar, y muy icónico en cuanto a la adoración y la alabanza. Y creo que su mensaje de haber ido un domingo a la iglesia, fue un precedente para como la iglesia lo iba a tomar también.
[01:00:10] Speaker D: ¿Y también sabes que, Mica?
Lo he dicho muchos hermanos, nosotros despedimos a un hijo maduro en la fe.
Ellos conocíamos muy bien a Elías.
Y sé lo que hubiera Elías querido que nosotros hiciéramos.
Él hubiese querido esto, que nosotros siguiéramos adorando a Dios y sirviéndole.
Yo sin que él estuviera, sé muy bien lo que Elías me hubiera dicho.
Me pasó algo también. Uno recibió opiniones, consejo de otro hermano de buenos corazón, que por ahí nos animaron a dejar un tiempo el ministerio pastoral, dedicarnos a pasar este proceso del luto, de buen corazón, de duelo.
Y nosotros tomamos bien.
Pero Dios fue tan claro al hablarme en su palabra, que Dios me vos seguí y no preguntes mucho.
Y yo me tomé de lo que Dios me reveló en su palabra, que no tenía que hacer muchas preguntas y simplemente seguirle.
Y hoy doy toda la gloria a Dios de no haber frenado, de vivir el luto sirviendo a Dios, porque le ha dado, como dije recién, al dolor otra significancia, lo encaminó de otra forma.
Y doy gracias a Dios que con ella decidimos no bajar los brazos, todo lo contrario, porque creo que esto no solamente nos ha hecho bien a nosotros, nos ha mantenido enfocados sino también que ha ayudado al resto de la familia mantenerse enfocada y también a la iglesia.
[01:01:58] Speaker A: Sin duda.
A veces la gente te escuchó, yo me acuerdo de prédicas tuyas hablando del dolor. De hecho hay una frase que siempre me acuerdo, que vos decís que el dolor es la hormona de la fe. Todavía no había pasado nada de todo esto. Me acuerdo muy patente una predica que hiciste del dolor un verano.
Pero cuando ves que el que predicó el dolor, pasó por el dolor y los sobrelleva en Cristo, ya lo que vos decís que nos mantiene como más enfocado a decir che, se puede. Realmente lo que él me decía del dolor.
Ahora, es cierto, es cierto que se puede, él me lo está demostrando. Y eso también a uno le afirma, porque vos decís, si me toca pasar por situaciones de vida fuerte, de dolor, de tristeza, que de hecho me ha pasado pasar por momentos de dolor, quizás no a ese grado, pero de mirarlos y no se puede.
Somos un testimonio del poder de Dios. Y vos decís una frase a veces de que Dios te dio piernas.
[01:03:13] Speaker D: La gracia me dio piernas para caminar, seguir caminando.
[01:03:17] Speaker A: Porque vos sentís que esta situación como que te cortó las piernas. Y vos decís que Dios te dio piernas para seguir caminando. Y cuando uno los ve, realmente es un testimonio de Dios, porque vos ves a Samu y Ale, pero vos ves a Dios, vos decís esto es sobrenatural.
[01:03:33] Speaker D: Sobrenatural.
[01:03:34] Speaker A: Y realmente la gloria es de Dios.
[01:03:36] Speaker D: Sí señor.
[01:03:38] Speaker A: Y realmente es muy impactante, estoy segura que no soy la única que le pase eso. Ahora pienso más como para cerrar este tiempo, ¿Por qué mutación? ¿Por qué este testimonio en mutación? Y la la pregunta que les quiero decir es, ¿Cómo describirían la transformación en cada uno de ustedes a partir de este tiempo de dolor?
¿Qué mutó en ustedes, en el ministerio, en el pastorado, ¿Que mutó esta situación?
[01:04:17] Speaker C: Creo que uno venía como curtido con el dolor, no a este grado, pero la empatía con la gente creció mucho más.
Es decir, la persona que sufre, la persona que está en dolor, uno puede sentirlo mucho más fuerte que antes. Si bien yo estoy en un ministerio donde trato con el dolor de los otros continuamente, estoy en un ministerio de sanidad y de restauración, me hizo tener un corazón mucho más sensible, mucho más sensible para tratar con las personas. Y el tema del dolor, estos cambios de decir, aumentar mi fe a grados que como que sentí que hubo cosas que se estiraron mucho. La paciencia por ejemplo.
Paciencia, ahora estirar, estirar, estirar. Porque siento que esta situación de dolor a mí me estiró para soportar todo, absolutamente todo. Me estiró, me estiró, me estiró, me estiró.
Hasta el grado decir, parece que se.
[01:05:39] Speaker E: Corta, parece que esto se corta, se corta.
[01:05:41] Speaker C: Pero no está Dios ahí, no se corta.
Esa transformación yo la sentí.
Llevarme un extremo, un extremo, un extremo tan grande en muchas cosas que a lo mejor antes lo experimentabas. Pero sentí ese cambio, el trato con la gente, el dolor, ver, sentir cuestiones que a lo mejor antes te vuelvo a decir, no es que era indiferente, porque continuamente estoy trabajando con eso. Y creo que Dios me llamó a trabajar, pero es como que un grado se hubiera aumentado más.
[01:06:29] Speaker D: A mí en lo personal, creo que una de las cosas que esta experiencia del dolor yo sentí en mí, no que Dios me pidió algo muy caro, muy caro, como Abraham, muy caro.
Que nunca quizá uno imaginó que Dios se lo iba a pedir.
Recuerdo que días antes de que el pasar lo de Elías, ella me dice, Samu, tenemos que preparar a la iglesia para el dolor.
Porque nosotros viendo la palabra y viendo los tiempos que vivimos, no van a venir tiempos mejores para el mundo y tampoco para la iglesia mientras esté en este mundo.
Y ella me decía, tenemos que preparar la iglesia para el dolor.
Pero nunca pensamos que Dios nos iba a meter a nosotros en esa escuela, en ese valle, nunca.
Creo que justo Dios me venía hablando con Abraham antes que pasara los Elías.
Y una cosa que un escritor destaca precisamente lo caro que iba a ser el pedido de Dios para él.
Porque era su hijo, su único y a quien él amaba.
Y si bien es cierto, nosotros tenemos dos hijas más preciosas, Damaris y Abigail, dos verdaderos soldados de la fe también como Elías, cada hijo es único.
Entonces yo sentí que Dios me hizo cruzar un umbral.
¿Vieron esa expresión del libro de Job cuando Job el mal que tanto temía me ha sobrevenido? Yo creo que como padres nosotros caminamos por esta vida y si hay algo que siempre tememos que le pase algo a los que más amamos, especialmente en el matrimonio con los hijos, que le pase algo a los hijos.
Job dice, yo el mal que tanto temía me ha sobrevenido.
Yo sentí eso, porque nosotros más allá de que hemos caminado junto con los hijos sirviendo a Dios, siempre hemos tratado de cuidarlos, de estar atentos, de protegerlos.
Y hemos clamado a Dios de que los libre. Pero de repente Dios levantó el cerco de protección sobre la vida de Elías y permitió que pasara esto.
¿Como levantó el cerco de protección en la vida de Job?
Vieron que Satanás antes dice le has rodeado. Le dice Satanás a Dios como diciendo vos lo tenés rodeado, no lo puedo tocar porque vos lo tenés rodeado. Pero en un momento Dios levanta ese cerco y lo puede tocar a Job hasta los límites que Dios le puso. Yo sentí que ese día Dios levantó el cerco para que Elías fuese tocado.
Pero a la vez ese mal que uno tanto temía nos sobrevino, nos tocó en la soberanía de Dios. Nos tocó en ese momento yo sentí que Dios me llevó y nos llevó a cruzar un umbral del dolor enorme, enorme, donde como que Dios ejercitó nuestra alma en una pérdida que digo que es momentánea, pero en una pérdida muy cara, pero muy cara, en donde yo siento como que uno podría perder otras cosas. Hoy ya está, está bien.
[01:10:20] Speaker A: Que quizás en otro momento no lo.
[01:10:21] Speaker D: Decías, uno podría llegar a perder otras cosas. Hoy yo ya crucé este umbral, yo ya sé lo que se siente, sé lo que se vive, sé cómo es.
Y también ha llevado a examinar mi corazón hasta donde uno está dispuesto a seguir a Dios. El otro día, días pasados, mi hija en el día del padre escribió Damaris en el estado.
Me conmovió porque ella decía gracias papi, porque nos enseñaste que servir y seguir a Dios es innegociable, que una hija de vos es.
Yo creo que Dios en esa mutación me llevó a dar un paso en eso enorme de fe, de confianza.
[01:11:07] Speaker C: Es como que si antes estábamos desprendidos, ahora hemos soltado todo. Tenemos nada, nada, nada.
[01:11:17] Speaker D: Soltamos todo, soltamos todo. Y creo que en ese soltar todo, la eternidad brilla más fuerte.
Lo que aspiramos que ya no está en este mundo, es el cielo. Brilla cada vez más fuerte para nosotros.
[01:11:34] Speaker B: Dice el himno que tanto mencionaste, Si paz cuál un río es aquí mi porción. Pero después dice si, es como las olas del mar, cualquiera sea mi suerte es ya mi canción. Está bien, está bien, con mi alma está bien.
[01:11:53] Speaker D: Y lo escribe un hombre que hay una historia detrás de signo que pierde toda su familia en el mar, se hunde el barco donde iba su esposa y sus hijos y este hombre de Dios después de que pierde su familia escribe las palabras de signo está bien con mi alma está bien.
[01:12:16] Speaker B: Bueno Samu, muchas gracias.
[01:12:18] Speaker C: Gracias a ustedes.
[01:12:21] Speaker B: Quiero que nos quedemos con esta sintonía, este espíritu de está bien, cualquiera sea la suerte, la mirada en lo eterno y que nos quedemos con eso en este episodio. Gracias por visitarnos.
[01:12:35] Speaker A: Por favor, los amamos mucho.
[01:12:37] Speaker D: Igualmente, gracias por habernos invitado. Ha sido un privilegio para nosotros estar acá.
[01:12:44] Speaker A: Esto fue una producción de la Iglesia Encuentro con Dios ubicada en Malvinas Argentinas, Córdoba Capital.
Si te gustó este episodio nos encontramos en Instagram como Muta Sión para que nos escribas y conozcas a los protagonistas.